• Cosas de Famiglia

    Lo bueno de encarar una obra sin saber apenas nada de ella es que no vas ni con prejuicios ni con expectativas, ni altas ni bajas, con lo que el disfrute puede crecer exponencialmente, la decepción será inexistente y la recompensa, enorme (aunque siempre haya excepciones a esa regla).

    Con esos ánimos me puse a leer Come prima, una novela gráfica de Alfred editada por Salamandra Graphic.

    Dos hombres y un 600.
    Dos hombres y un 600.

    Es un cómic a lo road movie, tranquilo y reposado, aunque con algunos momentos de «acción». Una historia de reencuentros, de pasado turbulento, de heridas familiares, de aceptación y de maduración forzosa. De encarar los fantasmas del pasado para tener alguna clase de futuro. Y todo eso está hecho con un tempo lento y pausado, sin prisas por llegar a su conclusión.

    El dibujo de Alfred es realmente agradable, y su forma de narrar confiere cierta paz y sosiego a todo el conjunto. Capítulo aparte lo merecen los flashbacks que salpican la obra, cuyo estilo de dibujo empieza con manchas de color casi informes e imágenes inconexas que, a medida que avanza la trama y vamos conociendo un poco más lo que hay detrás, se irán definiendo progresivamente y aportando cada vez más información, sin perder esa cualidad tritonal y onírica.

    Lo de que ganara el premio a la mejor obra en el festival de Angoulême de este mismo año no sé si os dará más ganas de leerlo o se simplemente os la traerá floja, pero ahí queda ese detalle.

    En resumen, estamos ante un cómic agradecido de leer y que posiblemente no os cambie la vida, pero a mí me alegró, me entretuvo y hasta me emocionó ligeramente en una aburrida tarde de finales de verano.

    Si queréis más información sobre el cómic, pinchad aquí.

  • Francis Goes to Washington

    ¿Qué tendrán los personajes malvados que tanto nos atraen? ¿Por qué encontramos tan interesante alguien que se comporta de una manera que no toleraríamos o que despreciaríamos en la vida real? Pues no lo tengo nada claro, pero reconozco que viendo House of Cards he vuelto a sentir esa fascinación sopranera, rozando el síndrome de Estocolmo, por Frank Underwood, el personaje encarnado de forma brillante Kevin Spacey.

    Francis, el elegante
    Frank Underwood, un cabrón elegante.

    Para aquellos que, como yo, hayáis tardado en poneros a ver esta joyita televisiva, la cosa está centrada en Underwood, que es un congresista y –atentos al titulito de marras– jefe de disciplina de la mayoría en el Congreso. Y, sin entrar demasiado en el terreno de los spoilers, podemos decir que la serie empieza cuando Underwood está convencido de que le van a ofrecer el puesto de Secretario de Estado y, al quedarse con la miel en los labios, decide vengarse planeando el ascenso hasta una posición de poder auténtico. Y lo hará ayudado por su esposa Claire, una mujer bella y carente de escrúpulos interpretada fabulosamente bien por Robin Wright.

    Lo que veremos a lo largo de los 26 capítulos que conforman las dos temporadas emitidas hasta el momento es al mismo tiempo un ascenso en la escala política y un descenso –a toda velocidad– a los infiernos morales de un Frank Underwood que tiene la curiosa costumbre de romper la cuarta pared y dirigirse a los telespectadores para comentar la jugada, por así decirlo, haciéndonos partícipes de sus mecanismos mentales, que son retorcidos, despiadados y utilitarios.

    Y ver a Spacey pisotear sin escrúpulos a la gente, usándola para sus propios fines, y mentir de forma tan elegante y descarada hace que sea inevitable pensar que su personaje es puro Lex Luthor, a un nivel mucho más elegante y conseguido que el truño infomable y payasesco que tuvo en el bodrio llamado Superman Returns. Y encima lo hace acompañado de una esposa con la que forma un tándem completamente conjuntado, maquiavélico y (casi) invencible.

    Si queréis ver los entresijos de la política americana y terminar odiando (no amando, quién sabe) a Frank Underwood y señora con todas vuestras fuerzas, echadle un vistazo a la serie. Creo que vale mucho la pena y que me lo agradeceréis.

    Y ahora, a esperar la tercera temporada…

  • Dos, Two, Deux, Due, Zwei

    Está bien ir rompiendo el silencio bloguero de vez en cuando. Mi intención era hacerlo para comentar cuánto estoy disfrutando de House of Cards y de la brillantísima hijoputez de Frank Underwood (espléndidamente encarnado por Kevin Spacey), pero creo que lo dejaré para cuando termine de ver la segunda temporada, cosa que haré en breve. Y porque hoy es mejor dedicar este post a celebrar el segundo aniversario de boda de aquí vuestro servidor y la Sra. Desenfocado.

    Ya lo dije aquí: el tiempo pasa volando. Pero si ahí habían pasado dos semanas, ahora ya son 104 las que nos separan de aquel momento que parece que hubiera tenido lugar ayer. Y es que me reafirmo en lo de que el tiempo pasa volando, y más cuando lo pasas junto a una persona tan estupenda, única, divertida y admirable como Anna.

    Echando el lazo
    Echando el lazo …

    Y aunque por el documento gráfico –obra del talentoso Lluis Gerard– parezca que fue ella la que me echó el lazo, la verdad es que soy yo quien tiene la suerte de poder compartir la vida con ella, y no tengo la menor intención de escapar. (Lo de hacer el payaso me temo que seguirá siendo marca de la casa.)

    Está claro que no puedo evitar almibararme cuando hablo de mi bella esposa. Es superior a mí. En fin, tendré que chutarme en vena un par de capítulos más de la serie de Spacey, a ver si su mala baba me compensa un poco…

    Pero todo eso será después de la celebración que se merece esta ocasión. Sed buenos y, si os apetece, brindad por nosotros.

  • Nueva Década

    11 años.

    Si mi fotolog fuera un crío, estaría haciendo la comunión. O cualquier versión chorra civil para que el crío tenga sus regalos y eso.

    11 años al pie del cañón, con fluctuaciones de calidad, estilo, ganas y ritmo de publicación.

    11 años cumplidos un día 11. Si ya hubiera sido en noviembre, tenías jugada casi redonda.

    11 años y 11 posts tan similares que me da casi rabia releerlos y tener que plantarme aquí para escribir otro. Pero sólo «casi».

    Me habría gustado preparar algo especial, pero lo del año pasado –esto concretamente– dejó el listón demasiado alto, y tampoco eran plan repetirse. Así que me limitaré a celebrarlo en petit comité con la siempre fabulosa y estupenda Sra. Desenfocado.

    Hala, a por 11 años más.

  • Sin Excesiva Prisa

    Leyendo tranquilamente el periódico, sin mirar a cámara y diciendo que, pese a que a veces hace cosas buenas, cuando ve todas las cosas bonitas que hay por el mundo , considera que sus logros son menores y que no se deja llevar por el personaje, por lo que no considera que deba hacerse un documental sobre él. Dicho esto, se echa a reír.

    Así de campechano, gruñón y divertido se muestra Saul Leiter –considerado por muchos como el gran pionero de la fotografía en color– en los primeros instantes de  In No Great Hurry, el documental dirigido Thomas Leach sobre su figura.

    Este documental está dividido en 13 lecciones de vida que va destilando Leiter a lo largo del metraje, pero no se trata de cosas grandilocuentes ni dichas para quedar grabadas en piedra. Durante una hora y cuarto, aproximadamente, y con un ritmo tan pausado como deja entrever el título, Leiter habla sobre sus orígenes, sus influencias y su obra, y no para de recalcar dos cosas: que no se considera ninguna gran figura y que no le hace ninguna gracia que le dediquen un documental. Pero, como ya he dicho antes, lo dice con una amabilidad y una sonrisa que espantan la abominable figura del genio hermético y atormentado.

    El cartel
    El cartel

    Leiter era un tipo normal, de discurso sosegado y tranquilo –pese a contener cierta vehemencia contenida–, que dejaba que su obra hablara por él. Nunca se publicitó demasiado ni potenció la venta de su obra, ni tampoco hizo caso de aquellos que querían entronizarlo. Simplemente se dedicaba a hacer lo que más le gustaba, y eso era fotografiar. Eso hace que respete aún más a Leiter (al que descubrí gracias a Ángel Albarran en su curso de Fotografía Narrativa) pues tengo una total debilidad y admiración por las personas que no se creen su personaje y que son de talante sencillo. Aquellas que hacen su curro y punto. Aquellas que parece que no se preocupan mucho por casi nada, pero que sí lo hacen de puertas hacia adentro, como algo personal.

    Pese a ser un documental crepuscular, pues se rodó en los últimos años de vida de Leiter, no destila ese poso de tristeza que me dejaron los documentales de Bill Cunningham y Gregory Crewdson (de los que hablé aquí y aquí respectivamente). Leiter era un tipo corriente, caótico y desordenado, tirando a gruñón y desconfiado, pero muy terrenal y sin ínfulas, y que –al menos en el documental– no habla con el menor rastro de amargura ni lamento, cosa que hace que le veamos con ternura, cariño y respeto, y no con la tristeza de ver a un gran personaje que encara la recta final.

    Si no conocéis la obra de Leiter, ya estáis tardando en hacerlo. Haceos el favor de revisar sus fotos a fondo y luego, poneos cómodos y miraos con toda la calma el documental.

    Para ir cerrando ya y para terminar de meteros el gusanillo en el cuerpo, aquí os dejo el trailer:

  • Visión Segundera

    Un segundo no es nada. Un pim pam. Algo que pasa volando, a menos que estés en el tramo final de  un partido de baloncesto con tiempos muertos o en el Pasapalabra. O no, y quizás por eso la gente de 1 Second Every Day decidió que un segundo de vídeo al día podía dar mucho de sí, y crearon una app para poder hacerlo. Pese a que dicha app no es nueva –yo la descubrí estando de resaca en Año Nuevo–, me picó el gusanillo y decidí empezar el proyecto de grabar un segundo al día durante todo este año (cosa de los propósitos y todo eso…)

    O al menos esa era la intención. La avería que me dejó sin iPhone durante una larga semana dio al traste con el proyecto. Saltarse un día no es grave, pero más de una semana ya queda feo, así que dejé correr la cosa. Manías que tiene uno.

    De todos modos, no quería dejar en el olvido lo que he grabado durante algo más de seis meses, así que aquí lo tenéis. La primera mitad de 2014, un segundo por día:

    Si os apetece recoger el testigo o si simplemente queréis probar la aplicación, podéis visitar su web, o comprarla directamente en la App Store o en Google Play.

    Hala, a segundear… que no segundonear.