Sangre, Tripas y Cantares de Gesta

Me gusta ir rompiendo de vez en cuando el silencio y la quietud de este blog, aunque sea para que dejéis de ver las bellas estampas del post anterior, que no es cuestión de aburriros a base de belleza.

Pero no os preocupéis, que la cosa será breve y, además, con buen motivo. Que David Rubín saque un nuevo cómic al mercado es siempre una buena noticia, pese a que nos tenga muy mal acostumbrados y últimamente lo haga con una regularidad alarmante (y que dure mucho, oiga).

Si hace casi exactamente un año os hablaba aquí de la salida del segundo volumen de El héroe, hoy regreso para glosar (aunque sea brevemente) las bondades de ese Beowulf que se ha marcado junto a Santiago García.

Me pareció ver un lindo Grendelito...
Me pareció ver un lindo Grendelito…

Debo confesar que los cantares de gesta germánicos siempre me habían traído bastante al pairo pero, como me ocurrió con la anterior entrega Rubiniana de gestas heroicas a la griega, la cuestión no es lo que te cuentan (que también) sino cómo te lo cuentan. Hay que reconocerle a Rubín un sentido de la narrativa espectacular, que insufla vida a la historia más vista y/o trillada. En Beowulf, te atrapa desde el principio en una orgía de páginas dobles (donde el concepto splash page cobra todo su sentido, pues casi puedes sentir cómo te empapas de sangre y vísceras), y no te suelta hasta el final, como si te dijera: «¿No querías épica? Pues ahí van dos tazas.» Todo un cómic abusón que alguien ha tildado de Imax en versión impresa, una definición que encuentro de lo más acertada, tanto por el tamaño del cómic como por la espectacularidad del contenido.

En este cómic encontraréis destrucción, hostias como panes y un protagonista muy a lo Schwarzenneger, sediento de gloria y luchando contra bicharracos que harían palidecer a Aliens y Depredadores. Para que luego digan que la literatura antigua no da juego.

Pese a que a nivel de historia lo situaría ligeramente por debajo de El héroe, la opus magna del gran David Rubín (hasta el momento), un vistazo a la parte final metacomiquera del tomo (otro toque Rubiniano marca de la casa) nos permite observar que Santiago García ha realizado un trabajo de guión meticuloso y lleno de descripciones, sacándole todo el partido posible a una leyenda como es la de Beowulf.

En definitiva, y resumiendo: estamos sin duda alguna ante uno de los cómics del año, de esos que hay que agenciarse y leer casi obligatoriamente. Lo único malo es que deja con ganas de más. Mucho más.

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