Otoñal

La palabra otoño sólo ha aparecido tres veces en este blog.

Yo creía que habría aparecido más veces, pero andaba equivocado… En fin, que ya llevamos casi un mes de otoño, pero no ha sido hasta hoy cuando, con las manos heladas tras el trayecto en moto hasta la oficina, he pensado en sacar algo de ropa más abrigada que las camisetas que he llevado hasta ahora.

Bueno, miento. En realidad, ayer fue el primer día que recurrí a la manta, mientras estaba tirado por el sofá viendo como Felix Baumgartner hacía un poco el loco y se tiraba desde más de 36.000 metros de altura. Supongo que fue un sentimiento empático o algo así.

O quizás fue el echar de menos la cena del día anterior en Ca l’Isidre, donde mi plato estrella de esta vez fue un tartar de dorada tan acojonante que me costará mucho olvidar. Aunque debo reconocer que la cosa estuvo muy reñida y que el carpaccio de atún que nos pusieron para picar es de lo mejorcito que he probado en mucho tiempo: corte generoso, tan tierno que se deshacía en la boca, y con una salsa de aceite, soja y limón que… que sigue haciéndome salivar ahora mismo mientras escribo.

Lo que está claro es que cada vez quedan más lejos los días de calor y terrazas, y no seré yo quien se queje.  Ya va siendo hora de esas noches de sofá, manta y peli (o series), de acurrucarse y dejar que fuera haga frío.

Yo lo pienso agradecer.