Esa es la palabra que me viene a la cabeza para definir los últimos días. Si la última vez que escribí por aquí fue movido por las risas y el descojone de la sesión de fotos campestre con el gran Cazurro, lo que ha venido en los días posteriores no se ha quedado corto.
Además de la sesión, todos los momentos que pasé en Valladolid fueron geniales gracias a mi amable anfitrión, que me trató genial y me proporcionó grandes risas, consejos fotográficos y recomendaciones peliculeras.
Habrá que volver a visitarle en algún momento, que la diversión está garantizada.
Después llegó la hora de ir hacia Madrid y volver a encontrarme con Germán y Ana, por primera vez en su terreno después de muchos Salones del Cómic y muchas promesas de visitarlos. Y la cosa estuvo genial también. Son encantadores y me acogieron de forma genial. Ya se les echa de menos…
¿Y qué decir de ayer? Pues que el ir a buscar a mi chica al aeropuerto y poder volver a besarla tras tantos días echándola de menos fue de lo mejor de este verano. El pasar todo el día charlando entre las sábanas y recorriendo curvas tan conocidas fue inmenso. Echaba tantísimo de menos perderme en esos ojazos y terminar fundido por su sonrisa que hoy apenas me molesta haber tenido que volver a trabajar.
Las vacaciones han terminado y volvemos a la rutina. Pero es una rutina con muchos alicientes que pienso disfrutar.
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