Categoría: Gastro

A la Antigua

Iba a empezar diciendo que estamos en una época donde se lleva lo cool y se aborrece cualquier cosa que suene a antiguo, pero la modernez ya está recuperando las bodegas clásicas, el vermut y la petanca, así que quizás tenga que volver a cambiar el tono del post –por enésima vez– y limitarme a hablar de algo que es una verdad como un templo y que es lo que motivó la escritura de este post: que a todos nos gustan las cosas bien hechas y tratadas con mimo, en cualquier ámbito, y más aún en el gastronómico.

Precisamente por eso, me gustó poder conocer a Salva Vallés, que está al mando del hotel Antiga en Calafell, y disfrutar de su pericia ante los fogones. Salva es uno de esos tipos afables, que no para quieto ni un momento y que, gracias a tener muy clara y marcada la cultura del esfuerzo, ha conseguido sacar adelante una cocina muy honesta y alejada de espectacularidades y humos innecesarios.

Salva

Salva, en plena gastrofaena.

Sus recetas son las de la cocina catalana marítima de toda la vida, transmitidas por su abuela y su madre, y Salva las ejecuta con tino y sin exceso de artificios, ciñéndose a las formas tradicionales que tan buenos resultados dan. Así, consigue que su xató, sus buñuelos de bacalao, sus arroces de pescador, sus fideos con all i oli, su rape con patatas o su pato con peras sepan a gloria clásica.

Sampleando la comida...

Sampleando la comida…

Y cuando digo que Salva no para, es literal. No contento con potenciar el restaurante, ahora se la ha lanzado a completar su oferta gastronómica con Cal Marus, un bar de los de toda la vida, de decoración retromoderna y situado frente al hotel, donde se pueden degustar toda clase de aperitivos y regarlos con vermut de la tierra. Lo que vendría siendo la mejor forma de prepararse para la comida en el hotel.

Así que ya sabéis: si estáis por Calafell y queréis comer bien, creo que Salva y su cocina son una muy buena opción.

Si queréis más información sobre el hotel, aquí podéis verla. Y sobre Cal Marus, lo mismo. Que lo disfrutéis.

Knockout Pizza

Casi un año después de ver el rostro del artesano, y tras haberlo troceado y servido en blanco y negro, tocaba al fin dedicarle un In Black al gran Fabián Martín. Y la verdad es que ha costado, pues Fabián es un auténtico culo inquieto y no para en todo el día, siempre a caballo entre sus pizzerías, sus viajes y sus apariciones radiofónicas. Así que encontrar un hueco en su agenda fue algo complicado, pero mereció mucho la pena.

Intensidad.

Intensidad en un mar de pizza.

Fabián es un tipo directo, intenso, a veces contundente, con las cosas muy claras y muy cercano y divertido, y no me costó nada convencerle de que posara frente a la cámara.

La sesión no duró demasiado, pero dio mucho juego, tanto fotográfico como de conversación, y quedó plasmada en las tres fotos que conformaron su tríptico. Tanto juego dio que me costó mucho seleccionar las fotos definitivas. Y como no me apetecía que muchas otras se quedaran en el tintero, aquí tenéis una selección de mis descartadas favoritas:

(Pinchar en las imágenes para ampliarlas)

 

Ese mismo día también pude conocer a Laura P. Sola, que es tan maja que se encargó de hacernos un pequeño making of , y además tuvo la amabilidad de cedérmelo para que veáis al maestro pizzero en movimiento.

Fue un placer tenerlo delante de la cámara y poder charlar una vez más de lo humano y lo divino frente a una de sus pizzas, que son de las más imprescindibles de Barcelona. Si aún no las habéis probado, estáis tardando.

Yo ya estoy pensando en repetir y que me vuelva a dejar K.O. con sus creaciones.

Bon Appétit

Hay recomendaciones gastronómicas que viene en formato papel, como las del libro de 365 Barcelona, y hay otras que te llegan por las redes sociales y en formato audiovisual. Hannibal entra en esa segunda categoría.

Reconozco que me convenció esta fotografía con la que Jesús Terrés (alias Nada Importa) ilustraba su post sobre la serie y que he fusilado sin contemplaciones (espero que me permita el capricho…)

Lecter, en plena faena culinaria.

Lecter, en plena faena culinaria.

Fue ver la dichosa foto, leer su texto sobre la parte gastronómica de la serie y que, de pronto, se me abriera el apetito y decidiera que tenía que verla. Y como a veces no soy hombre de medias tintas, me ventilé con mi mujer 10 capítulos de una sola tacada (sí, de vez en cuando, nos van los banquetes pantagruélicos).

Y doy fe de que disfrutamos como enanos del menú que propone la serie: una producción cuidadísima, con una fotografía y unos entornos de lo más elegante (La casa del Dr. Lecter es sencillamente fascinante, desde su despacho hasta la cocina), unas tramas que no tienen manías en rozar lo gore y que orbitan alrededor de los personajes de El dragón rojo, la novela de Thomas Harris situada unos años antes de El silencio de los corderos.

Las alucinaciones de Will Graham, la imaginación a la hora de mostrar los asesinatos y la elegancia que destila Lecter (brillantemente interpretado por el inquitante Mads Mikkelsen) en todos los platos que cocina y sirve, harán las delicias de los paladares más refinados y exigentes.

Veremos si en la segunda temporada el menú sigue gustando o cansa por repetición. Estaremos atentos.

Buen provecho.

365 Barcelona

Ya he hablado por aquí del proyecto 365 Cities que se saco de la manga la gente de La Salsera, y en el que participé con varias recomendaciones gastronómicas sobre Barcelona a lo largo del año pasado.

Ahora, la gente de Glutton Books han decidido recopilar esas recomendaciones en un libro y, para celebrarlo, montarán mañana jueves 20 de junio a las 19:30 una presentación en el Hotel DO de Plaça Reial. (Aquí podéis leer toda la información)

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La divertida portada de Pernan Goñi.

El libro estará a la venta durante la presentación, pero si no podéis asistir a tan magno evento, siempre podéis informaros aquí sobre cómo pedirlo y disfrutarlo.

Espero veros a todos por ahí.

I Appear Missing

No. Pese al título, no vuelvo con el post autoflagelante de siempre.

Últimamente llevo un ritmo relativamente decente de publicación, así que dejaré de lloriquear un rato, que cansa. Además, aún llevo el buen humor puesto gracias a una cenita a base de ibéricos, quesos curados y cervecitas en Mesón Can Meli (recomendable si pasáis por la turística zona de Virrei Amat en Barcelona), y el fisio me ha arreglado la contractura que ha hecho que estos últimos días viera las estrellas cada vez que giraba la cabeza. Así que, como veis, no me puedo quejar demasiado (ni falta que hace).

Pero vamos al lío, que lo del título viene a cuento porque aquí había venido a hablar del último disco de los Queens of the Stone Age (QOTSA, para abreviar), titulado …Like Clockwork. Tras seis años de espera desde Era Vulgaris, Josh Homme y los suyos (una formación que cambia más que los peinados monguers de CR7) se marcan un disco lleno de medios tiempos que, pese a no destilar la mala baba ni las idas de pelota stoners a las que nos tenían acostumbrados hasta ahora, sigue sonando a puro QOTSA.

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Los QOTSA, esperando a que Messi chute la falta.

La chulería de If I had a Tail, el ritmillo sincopado de I Sat by the Ocean, el clasicismo qotsiano de My God is the Sun, la pausa etérea para tomar fuerzas de Kalopsia (una de mis favoritas) o la canción que da título al post… todas las canciones mantienen el espíritu de combinación ruidista y melódica que siempre ha caracterizado todo lo que ha hecho Homme.

Quizás no guste a los fans de la tralla, pero a mí me está encantando y va sonando regularmente en mi iPod desde hace días. Y lo seguirá haciendo, sin duda.