Francis Goes to Washington

¿Qué tendrán los personajes malvados que tanto nos atraen? ¿Por qué encontramos tan interesante alguien que se comporta de una manera que no toleraríamos o que despreciaríamos en la vida real? Pues no lo tengo nada claro, pero reconozco que viendo House of Cards he vuelto a sentir esa fascinación sopranera, rozando el síndrome de Estocolmo, por Frank Underwood, el personaje encarnado de forma brillante Kevin Spacey.

Francis, el elegante
Frank Underwood, un cabrón elegante.

Para aquellos que, como yo, hayáis tardado en poneros a ver esta joyita televisiva, la cosa está centrada en Underwood, que es un congresista y –atentos al titulito de marras– jefe de disciplina de la mayoría en el Congreso. Y, sin entrar demasiado en el terreno de los spoilers, podemos decir que la serie empieza cuando Underwood está convencido de que le van a ofrecer el puesto de Secretario de Estado y, al quedarse con la miel en los labios, decide vengarse planeando el ascenso hasta una posición de poder auténtico. Y lo hará ayudado por su esposa Claire, una mujer bella y carente de escrúpulos interpretada fabulosamente bien por Robin Wright.

Lo que veremos a lo largo de los 26 capítulos que conforman las dos temporadas emitidas hasta el momento es al mismo tiempo un ascenso en la escala política y un descenso –a toda velocidad– a los infiernos morales de un Frank Underwood que tiene la curiosa costumbre de romper la cuarta pared y dirigirse a los telespectadores para comentar la jugada, por así decirlo, haciéndonos partícipes de sus mecanismos mentales, que son retorcidos, despiadados y utilitarios.

Y ver a Spacey pisotear sin escrúpulos a la gente, usándola para sus propios fines, y mentir de forma tan elegante y descarada hace que sea inevitable pensar que su personaje es puro Lex Luthor, a un nivel mucho más elegante y conseguido que el truño infomable y payasesco que tuvo en el bodrio llamado Superman Returns. Y encima lo hace acompañado de una esposa con la que forma un tándem completamente conjuntado, maquiavélico y (casi) invencible.

Si queréis ver los entresijos de la política americana y terminar odiando (no amando, quién sabe) a Frank Underwood y señora con todas vuestras fuerzas, echadle un vistazo a la serie. Creo que vale mucho la pena y que me lo agradeceréis.

Y ahora, a esperar la tercera temporada…

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