Monologuismo

Una mesa en mitad de un escenario, con un flexo y un montón de libros. Una sala llena, con las entradas agotadas desde hacía semanas. Pasadas las once de la noche. Una entrada aparentemente tranquila, con un breve monólogo de presentación, roto por una música roquera y un bailoteo espasmódico a ritmo de luces estroboscópicas. Una pausa para recuperar el aliento, con mini-monólogo fuera de personaje y de la obra, de un Alberto San Juan que reconoce al público asistente que no tendría que haberse zampado una hamburguesaca antes de la obra y que ya no tiene edad para esos trotes, mientras intenta recuperar el aliento y recolocarse el traje raído.

El público, concentrado antes de la función.

Así fue cómo empezó el viernes 7 de febrero el Autorretrato de un joven capitalista español, una obra que se presentaba con el siguiente texto:

“Soy capitalista. Tengo cuenta en un banco que especula con alimentos. Tengo un seguro médico privado. Tengo la luz contratada con una empresa que roba a sus clientes porque su objetivo es el máximo beneficio. Cuando trabajo cobro el sueldo más alto que pueda conseguir, sin preocuparme de cuál es el sueldo y el resto de las condiciones laborales de mis compañeros. Puedo ayudar económicamente a un amigo, pero nunca a costa de rebajar mi nivel de vida. Quiero preservar mi fama, mi cotización comercial, mis propiedades. La sociedad en la que vivo es injusta hasta la crueldad. Me gustaría que cambiase, pero no estoy dispuesto a perder en el intento aquello que he logrado acumular. Estoy hablando muy en serio”.

El texto ya lo había leído meses atrás, cuando la bella Sra. Desenfocado me regaló la entrada para mi cumpleaños,  y la verdad es que me esperaba que la obra fuera una especie de boutade al estilo de lo que ya había hecho el mismo San Juan con Animalario a modo de parodia sobre la boda de Ana Aznar con Alejandro Agag. Pero no van por ahí los tiros. O sí, pero no sólo por ahí.

SanJuan
La típica mirada Sanjuanera.

A lo largo de más de dos horas, San Juan se dedicó a hacer ese monólogo metateatral, entrando y saliendo de personaje, en el que dio un posible motivo a su falta de papeles relacionada con el hecho de resultar incómodo para ciertos estamentos, repasando de paso toda la transición española y dando una visión y unos detalles que la alejan de esa utópica visión de cosa perfecta y modélica que se nos ha querido vender desde hace tanto tiempo. Vamos, que principalmente vino a dejarlo todo atado y bien atado.  Y todo eso salpicado con multitud de anécdotas autobiográficas –y autovergonzantes– demostrando que, para reírse de los demás, antes hay que saber reírse de uno mismo. Y es que se ríe de bastantes personajes públicos –especialmente del campechano de nuestro monarca– pero siempre lo hace tirando con bala. Y con mucha puntería.

Yo disfruté mucho del montaje, aunque reconozco que tengo cierta debilidad por el Sr. San Juan. Considero que es de esos tipos con los que me podría ir de cañas para arreglar el mundo y echarme unas risas. Y hay que reconocer que eso ya es decir mucho de alguien.

Si por casualidad este monólogo se repusiera por vuestros lares, no dudéis en acudir. Pasaréis un muy buen rato de diversión, reflexión y reivindicación.

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